Archivo de la categoría: Narraciones y Leyendas

Por Ignacio Machorro.Parte 1 de 2. Albores del Siglo XX. La llovizna pertinaz había hecho que las calles se cubrieran de un fango viscoso, verdadera amenaza para los transeúntes despreocupados que se veía en peligro de caer; el enlodado de las aceras se cubría de una fina alfombra verde que la humedad esparcía con prodigalidad.Llueve, llueve sin cesar y el agua transparente y delicada cae suavemente sobre la tierra, con dulzura, besándola amorosamente, sin violencias, frágil, tenuemente. La neblina como sutil y fina gasa, envueleve a la ciudad dándole el aspecto de un mar de espuma. El temporal lleva trazas de no ceder y el viejo proloquio de que el año teziuteco se compone de: «Tres meses de niebla, tres meses de lluvia, tres meses de lodo y tres meses de todo», se hace realidad. La inclemencia del tiempo va en aumento, impidiendo a la gente salir de sus casas,…

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¿El nombre? No importa; o quizá ni lo tenía. Llegó a la ciudad sin conocer a nadie y hurañamente se escondió en una casita, a unas cuantas cuadras de la Administración Principal del Timbre, donde tenía su trabajo. Lo mismo en invierno que en verano, hiciera frío o calor, lloviera o tronara, usaba un viejo abrigo; el cuello subido a la altura de las orejas y el sombrero encasquetado hasta las mismas. Con puntualidad rigurosa salía de su casa recorriendo siempre el mismo tramo, con paso menudito, sin prestar atención a nadie, ansioso en su timidez de llegar cuanto antes a su destino. Pero no escapó a las burlas y sarcasmos de las Pardo, las siete hermanas famosas en Teziutlán por su inmaculada soltería y temidas por sus malas lenguas.En cuanto lo veían venir, asomadas todas al balcón y precisamente cuando pasaba debajo de este, gritaban a coro: – ¡El…

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Al negrito Jacobo rara vez se le veía por las calles de Teziutlán. Había sentado sus reales en unas piedras amontonadas cerca de un rincón del mercado, sobre las que se instalaba para vender su mercancía a los indígenas de la región. El negocio no podía ser más productivo si se tiene en cuenta que el único capital que aportaba era la paciencia, sin la cual la quiebra habría sido irremediable. Todo lo que tenía que hacer era esperar a que le creciera el cabello y con eso se acababan sus preocupaciones económicas. El dinero entraba en sus bolsillos como en las arcas de la Tesorería en época de inflación. Sin embargo, a veces la pasaba »pintas», a pesar de que difícilmente podía haber superproducción de cabello de negro, porque la demanda era constante y la oferta necesariamente limitada. Entonces el humor de Jacobo se ponía a tono con su…

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El presente es un relato nostálgico, el cual nos ayuda a entender cómo era la visión de un niño de 7 años en aquel Teziutlán enmarcado por el tiempo. La historia se desarrolla en 1978. Las fotografías usadas corresponden a diferentes épocas, por lo que sólo sirven para enriquecer el relato. Esperamos este sea de su agrado. Ese domingo por la tarde mi madre había terminado de cocinar. Yo me encontraba en un lado de la casa jugando con mis juguetes de madera, estos eran un tráiler y un camión de volteo. Estaba tan sumergido en mi juego, que no me daba cuenta que el Sol se había ocultado y en su lugar, nubes grises amenazaban con soltar una reverenda tormenta. Corría el mes de mayo y por las tardes casi siempre llovía, y ese día, parecía no ser la excepción. Nuestra casa tenía un solar amplio, enorme, para mis…

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«Apúrate mijo, toma aquellos tronquitos, esas ramas con hojarasca y tráelos». Yo me apresuraba a recoger lo que mi abuelita me decía, debía llevar un buen de leña a la esquina de mi casa, ubicada cerca del centro del Barrio de Ahuateno. Abajito de la casa de Doña Filo, de la casa de los Conde. Teníamos que colocar la leña y esperar el momento justo para encerderla. ¿El motivo? La celebración de la Santísima Trinidad, según la tradición de la Iglesia; el “Domingo de la Santísima Trinidad” es justo el domingo después de Pentecostés. En este 2022 será el 12 de junio. La tradición contaba que debiamos preparar una fogata afuera de la vivienda y empezar a cantar: «¡Viva! ¡Viva la Santísima Trinidad!, ¡que muera el pecado y que viva la gracia! durante este canto, se avivaba el fuego para volver a retomarlo. Al comenzar, el siguiente vecino debía responder…

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´´El centro de Teziutlán está lleno de fantasmas´´, solía decir mi abuela cada vez que pasábamos frente a las ruinas de la Casa Cervantes, lúgubre caserón enclavado en las esquinas de Lerdo e Hidalgo y cuyos oscuros interiores se dejaban entrever a travès de sus puertas y ventanas herrumbrosas. Como muchas otras viviendas y edificios de La Perla de la Sierra, estas cuarterías abandonadas son ahora hogar de sabandijas y gatos sarnosos , infelices espectros que espantan entre la basura y tejas derruidas de sus escombros, edificios cuyas cornisas se desmoronan sobre las calles causando víctimas mortales en días de viento. Ya a principios de la década de mil novecientos noventa la Casa Cervantes mostraba ese aire melancólico de dejadez y resignación por el paso del tiempo. Otrora importante tienda de abarrotes en la región, de su esplendor y vida nada quedaba ya, salvo dos ancianas hermanas privadas de la…

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La presente historia tiene su origen en Guanajuato, sin embargo una versión de esta misma se desarrolló en lo que fuera la Villa de Tlatlauquitepec, evangelizada esta región por los frailes franciscanos provenientes de Tlaxcala; llegando a Tlatlauquitepec en 1526. Sin embargo, la narración se empieza a conocer desde el siglo XVIII, a casi un siglo de la conocida en Guanajuato. Por lo que se presume, fueron los mismos religiosos provenientes de regiones cercanas, o que hayan pasado por Guanajuato, que trajeron esta leyenda a nuestra región. Cabe decir que esta narración, además de ser adaptada a Tlatlauquitepec, desaparece del círculo de leyendas y costumbres de la población, casi tres décadas después de entrado el Siglo XX. ¿Por qué? Creemos que al no ser una leyenda local, mucha gente oriunda decidió ignorarla y sepultarla como un hecho ficticio curioso. Tal vez, algún habitante de Tlatlauquitepec nos pueda comentar al respecto.…

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Se podía percibir a lo lejos. Su silbido característico anunciaba a los reposantes que todo estaba tranquilo y sereno. ¿Cuántos vivaces de la mala vida y costumbres engañosas se alejaron al verlo acercarse? ¿Cuántas anécdotas y experiencias se quedaron guardadas en el empolvado baúl del tiempo? Hoy vamos a rescatar unos relatos de un hombre que recorrió en gran parte el Teziutlán de noche de tiempos de antaño. Es la historia de un velador perteneciente al cuerpo de veladores del H. Ayuntamiento Municipal y que sus rutas incluían: Ahuateno, San Francisco, Cohuaco (subida de la Hidaldo) y Avenida Juárez. Estas rutas las compartía con otros compañeros para así poder cubrir la vigilancia demandada por la sociedad.Llamaremos a nuestro personaje Don José, para no entrar en nombres, sin embargo esto no le quita ningún mérito a la labor que desempeñaba noche tras noche.Sin mas preámbulo les dejamos con el relato de…

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Cierta noche de un noviembre neblinoso y frío, de esos fríos que muerden con colmillos de hielo y embotan el alma, llegó hasta el portón de la casa de la familia Cervantes en la calle de Lerdo una mujer de origen incierto y edad incalculable, que cargaba a sus espaldas una chiquilla y portaba de la mano un mozuelo de no más de siete años de edad. Hizo sonar la aldaba tres veces. En el interior, don Rodolfo Cervantes se preparaba para dormir y se encontraba haciendo su recorrido habitual por aquella mansión para cerciorarse de que todas las puertas y ventanas estuvieran debidamente cerradas. Doña Josefa, su esposa, se alarmó sobremanera, pues no era común que alguien los visitase a las once de la noche. A decir verdad, don Rodolfo también se mostraba alarmado. Extrañados, acudieron los esposos al llamado de la puerta. Preguntaron de quién se trataba y…

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Teziutlán, finales del Siglo XIX. Grandes progresos se viven en la región: las calles estrenan por primera vez el alumbrado público, cuya planta generadora de electricidad se instaló en una antigua casa situada actualmente en la Avenida Juárez esquina con Alatriste; y el Teatro Victoria, recién erigido en 1882, cuya elegancia y estilo es copia fiel de uno similar en Francia. Las compañías de opereta y zarzuela visitaban la Perla de la Sierra y hacían las delicias de un público exigente y conocedor, ávido de espectáculos y entretenimiento en una época en que la neblina aparecía de la nada y de repente engullía a la ciudad entera, envolviéndola en un manto blanquecino y espeso donde apenas se podía distinguir a tres metros de distancia. Una niebla que cubría de silencio veredas y pueblos; casas y conciencias, apagando las voces, las risas, así como el bullicio, al igual que lo hace…

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