Se podía percibir a lo lejos. Su silbido característico anunciaba a los reposantes que todo estaba tranquilo y sereno. ¿Cuántos vivaces de la mala vida y costumbres engañosas se alejaron al verlo acercarse? ¿Cuántas anécdotas y experiencias se quedaron guardadas en el empolvado baúl del tiempo? Hoy vamos a rescatar unos relatos de un hombre que recorrió en gran parte el Teziutlán de noche de tiempos de antaño. Es la historia de un velador perteneciente al cuerpo de veladores del H. Ayuntamiento Municipal y que sus rutas incluían: Ahuateno, San Francisco, Cohuaco (subida de la Hidaldo) y Avenida Juárez. Estas rutas las compartía con otros compañeros para así poder cubrir la vigilancia demandada por la sociedad.
Llamaremos a nuestro personaje Don José, para no entrar en nombres, sin embargo esto no le quita ningún mérito a la labor que desempeñaba noche tras noche.
Sin mas preámbulo les dejamos con el relato de Don José. Esperemos sea de su agrado.
Yo llegaba a la comandancia de Policía ubicada en los bajos del Palacio a las 10:00 pm, nos pasaban lista y nos indicaban en dònde nos tocaba nuestro recorrido, para esto teníamos un permiso (muchos decían que era cuento) para portar un arma. Era para en caso de extrema necesidad. Yo portaba una calibre 22 revòlver. Nunca me faltaba mi 22, mi cigarro sin filtro y alforjita de aguardiente para el mal aire. Mi recorrido empezaba bajando Cohuaco, cerca de las 11:00 de la noche. Para entonces la ciudad quedaba desierta a esa hora, solo se podían oir los ladridos lejanos de perros que sabían que ibas a pasar por ahí. Bajando llegaba a la curva del Hospital Guadalupano (atrás) y perfilaba rumbo a Ahuateno. Para esto la calle estaba toda oscura (más que ahora). Al pasar por lo que hoy es la gasolinera había ahí un centro nocturno para caballeros.
Varios sucesos de distinta índole se le atribuían a este enclave que por decirlo así, no tenía buena fama, tanto que le apodaban «La Casa Mala». Muchas mujeres encontraron su perdición ahí. Cierta noche, de esas llamadas «Noches pesadas» se vivía un entorno agitado y de cierta ansiendad.
Subía por donde hoy está Bodega Aurrerá. Mi cigarro a medio quemarse impregnaba el ambiente por donde dejaba mis pasos, sintiendo el empedrado de piedras blancas de río que se habían lavado con la lluvia de la tarde. Eran casi la 1:00 am y toda esa zona parecía boca de lobo, se veía solo las luces de «La Casa Mala». En eso vi venir una silueta corriendo hacia donde yo estaba, no podía distinguirla bien, y debo admitir que me asustó; coloqué disimuladamente la mano en mi revòlver, esperando lo peor. Mi corazón se aceleró y preparé mi linterna. Entonces pude verla con claridad, se trataba de una joven casi desnuda, de escasos 20 años que me pedía auxilio, le pedí que se calmara y que me dijera què estaba pasando, pero no hubo tiempo. A lo lejos pude distinguir a dos sombras masculinas que se aproximaban a paso veloz. Comprendí entonces, y le dije que caminara hacia las escaleras de la casa de Don Manuel, que se encontraba a escasos 20 metros. Yo me quedé parado. Encendí otro cigarrillo y pude ver como ya se acercaban aquellos hombres buscando entre las «pseudobanquetas» pues eran parte del terreno de la tienda comercial mencionada. Al verlos hice sonar mi silbato. Antes de llegar donde yo estaba se detuvieron y hablaban sobre que a lo mejor la joven «agarrò pa’rriba» -puede ser, le contestó el otro. No se atrevieron bajar más, sabían la fama de los habitantes de Ahuateno, así que sin preguntarme nada enfilaron de vuelta al cabaret. Cuando se perdieron de vista me acerqué hacia donde se encontraba la joven, le mencioné que se habían retirado, se asomó y me dio las gracias. Le dije que qué hace una jovencita como usted en un lugar tan desagradable como ese, que lo mejor sería que se alejase de esos sitios de mala muerte. Solo me mencionó que esa era la única vida que conocía, que era huérfana y que muchos se aprovechaban de la situación. Me dijo que le pidiese un taxi llegando al centro o si es que encontraba uno; le dije que no había problema. Nos despedimos y jamás volví a saber de ella en toda la ciudad, ni su nombre me dijo, pero sus rasgos finos y su gran belleza nunca se me olvidarán.
En otra ocasión de ese mismo cabaret, me tocó tener conocimiento còmo un hombre al salir del bar en estado de ebriedad subió a su vehículo y se entiende que no midió bien o se quedó dormido, el hecho es que se fue con todo y coche hacia la barranca que està justo enfrente, hoy un lavado de coches. Por varias horas se quedó ahí en la barranca -se presume muerto- y las unidades de rescate que antes no había, llegaron solo con una grúa y varios elementos policíacos, aún estaba nueva la recién estrenada patrulla municipal, parecía una ambulancia pero era donde se llevaban a los insultantes del orden. Más tarde esa misma unidad se caracterizaría por el gran ruido que producían algunas partes flojas sonando a «destartalada», apodándole la ciudadanía »la chota».
Tiempo después ese bar cerró sus puertas, según contaban que una balacera se desató en su interior y mucha gente falleció en ese lugar. Mucho tiempo quedó abandonada, dándole un aspecto fantasmal a aquella casa debiéndose, en parte, a la reputación que se ganó. Ya después fue demolida, llevándose todas las historias de lujuria y sufrimiento que guardaron sus muros. Hoy en día se encuentra la gasolinera de Ahuateno.
Fuente:
Cuerpo de Veladores del H. Ayuntamiento Municipal, Teziutlán.
Foto: Huerta el Edén.-Antigua calle al Bo. de Ahuateno Ca. 1933.
Muchas gracias por leer esta Historia que la Niebla se Llevó
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Hasta la próxima.