¿El nombre? No importa; o quizá ni lo tenía. Llegó a la ciudad sin conocer a nadie y hurañamente se escondió en una casita, a unas cuantas cuadras de la Administración Principal del Timbre, donde tenía su trabajo.
Lo mismo en invierno que en verano, hiciera frío o calor, lloviera o tronara, usaba un viejo abrigo; el cuello subido a la altura de las orejas y el sombrero encasquetado hasta las mismas. Con puntualidad rigurosa salía de su casa recorriendo siempre el mismo tramo, con paso menudito, sin prestar atención a nadie, ansioso en su timidez de llegar cuanto antes a su destino.
Pero no escapó a las burlas y sarcasmos de las Pardo, las siete hermanas famosas en Teziutlán por su inmaculada soltería y temidas por sus malas lenguas.
En cuanto lo veían venir, asomadas todas al balcón y precisamente cuando pasaba debajo de este, gritaban a coro:
– ¡El del sobretodo! ¡Ahí viene el del sobretodo!
Entre risitas, pedacitos de papel que le arrojaban y algunas hojas secas que quitaban de las macetas, pasaba el pobre temeroso. Sí, les tenía miedo, un miedo cerval al montón de mujeres que se le antojaban lobos en manada y cuyas caras, largas y angostas como suelas de zapatos, lo hacían sudar frío en cuanto las divisaba. ¿Por qué ese ensañamiento inexplicable hacia su modesta persona?
¡Ah! Pero un domingo, cuando regresaban de misa de once de la Parroquia teziuteca, satisfechas por haber cumplido sus deberes religiosos, las esperó cerca del zaguán de su casa. La calle, por ser día de plaza como todos los domingos, estaba muy concurrida por la gente que regresaba del mercado y de la iglesia.
– ¡El del sobretodo! ¡Miren, ahí está el del sobretodo!
– ¡No señoritas – gritó triunfante – el del sobrenada!
Y aventando con rabia lejos su abrigo y sombrero, quedó como Dios lo echo al mundo.
Como parvada de cuervos asustados huyeron las Pardo dando gritos, en tanto que el del sobretodo, alzando el puño cerrado en un gesto olímpico, les lanzó a voz en cuello:
– ¡Esto les enseñará, »tales por cuales», a conocer lo que es bueno!
Fuente: María Lombardo de Caso – Muñecos de Niebla. | México 1921
Imagen: ilustrativa.
Muchas gracias por leer esta: Historia que la Niebla se llevó. Hasta la próxima.