
El presente es un relato nostálgico, el cual nos ayuda a entender cómo era la visión de un niño de 7 años en aquel Teziutlán enmarcado por el tiempo. La historia se desarrolla en 1978. Las fotografías usadas corresponden a diferentes épocas, por lo que sólo sirven para enriquecer el relato. Esperamos este sea de su agrado.
Ese domingo por la tarde mi madre había terminado de cocinar. Yo me encontraba en un lado de la casa jugando con mis juguetes de madera, estos eran un tráiler y un camión de volteo. Estaba tan sumergido en mi juego, que no me daba cuenta que el Sol se había ocultado y en su lugar, nubes grises amenazaban con soltar una reverenda tormenta.
Corría el mes de mayo y por las tardes casi siempre llovía, y ese día, parecía no ser la excepción.
Nuestra casa tenía un solar amplio, enorme, para mis andanzas de aquellos años, era como ir a otro país, allí mis abuelos habían sembrado suntuosos perales, ciruelos, aguacates, duraznos y justo en el remate del solar, había un nogal, de al menos unos 20 años.
Cuando no jugaba mis carritos, me apresuraba a subir por aquellos árboles. (Aunque siempre me bajaban con regaños por lo peligroso). Yo no reparaba en el peligro, pero entendía lo que me podía pasar, así que me bajaba y jugaba con otras cosas. Casi siempre me entretenía viendo las flores y los insectos que las rodeaban. En uno de los perales habían instalado un columpio, y cuando me aburría me daba sendas columpiadas…cosa que también era motivo para llamarme la atención…- ¡No tan fuerte!…-¡Más despacio! Me gritaba mi dulce madre. Ahora entiendo por qué, pero en mis días de niño invencible y poderoso cuan superhéroe eran un fastidio.
Acababa de jugar y como dije, el cielo amenazaba con soltar una lluvia de considerable magnitud. En esas estaba cuando escuché la voz de mi madre llamándome a comer. Entre presuroso a la casa, para llegar a la puerta posterior había que atravesar un pequeño huerto y después se entraba al enorme caserón. A un costado del camino de entrada, había un galerón donde se guardaban granos y otros bienes, subiendo, se encontraba el pasillo principal y justo al lado la cocina. Era una cocina tradicional, con brasero semicircular y sobre el emparrillado descansaban sendas ollas y cazuelas donde mi madre preparaba sus ricos platillos.
-¿Qué hay de comer mami? Pregunté ansioso.
-Hoy hice palmo con huevo y quelites, si quieres también hay salsa y frijoles de olla.
Me senté de inmediato y me sirvió lo anunciado.
-Cuando termines de comer, vas a lavarte, iremos a misa de 6 pm al Carmen, ¿oíste?
Yo asentí con mi cabeza la orden y seguí comiendo el delicioso platillo
Al terminar, hice lo que me pidió mi madre, fui al lavadero y me lavé la cabeza el cuello y las axilas, después subí pie tras pie y me lavé cada uno de ellos desde las piernas como me habían enseñado. No teníamos regadera, así siempre nos aseábamos y ya para bañarnos era con jícaras hechas a base de la cáscara de coco.
Media hora más tarde, estábamos listos, así que nos dirigimos al Carmen.
Bajábamos caminando, y siempre, aunque ya había comido, todo se me antojaba. Un elote preparado, un camote con miel recién salido, una nieve de mantecado de vainilla…¡mmm!…Un plátano frito con azúcar morena y canela…un tamal de exquisito mole…¡Guau! ¡Qué antojos de niño!
Mi madre siempre me devolvía a la realidad…-Espérate hijo, saliendo de misa te invitaré un chocomil grande ¿sí?
Yo asentía con la cabeza, pero me quedaba triste de no haber probado aquellas delicias de la calle.

Por fin llegábamos al Carmen, al llegar por la calle de atrás, nos recibía una sinfonía de tordos todos apretujados entre las ramas de aquellos árboles gigantes. Eran tal los chirridos y graznidos que hasta me tapaba los oídos. Subíamos por las escaleras que dividen los juegos del segundo parquecito, y yo me moría por ir un ratito a los juegos, había tiempo, apenas habían dado la segunda campanada para el llamado a misa. Pero mi madre siempre firme me decía que al último.

Justo cuando llegábamos al atrio estaban ya instalados cerca de la fuente la tradicional lotería, donde se colocaban las mesas en forma cuadrada y atrás se colgaban los premios a los que te ganabas si la completabas. En esa ocasión no jugamos, pero en ocasiones anteriores participábamos en verdaderas batallas por el premio, aunque siempre terminaba ganando otro. Una vez terminado, nos pasaban otra vez el menú de loterías con los personajes tradicionales: El Corazón, El Loro, El Borracho, El Valiente, El Barril…etc.

Entrábamos a misa, mi mirada se desviaba a la gente jugando la lotería, pero luego de un jalón, entraba al recinto. Me van a disculpar, pero yo no escuchaba lo que el padre decía, yo me fijaba en los detalles, en el barco pintado, en la Virgen, en los santos, en las bancas y sólo esperaba el momento de “la paz” para saber que la misa estaba por terminar. Una vez concluida, salíamos al atrio donde las luces ya iluminaban todo de un cálido resplandor. El altavoz de la lotería anunciaba al ganador y este festejaba feliz por el premio que le tocaba. Esa vez no jugamos, mejor, -me dijo mi madre- vamos por tu chocomil.

Con gusto veía al cielo y agradecía el que no hubiese llovido en aquel día. Avanzamos por la calle lateral, la Nigromante, hasta llegar a la esquina, ahí los tordos continuaban con su fiesta en los árboles. Cruzamos la calle y avanzamos como 15 metros hasta llegar a una cafetería. ¡Ah que bonita cafetería! ¡Había una rockola de los años 60’s! Justo al fondo, donde elegías tu música en formato de discos de 45 rpm. Del lado de la entrada, su mostrador. No recuerdo el nombre de quien nos atendía, pero era muy amable. Nos preparó 2 chocomiles y una torta de milanesa. Al sentarnos, no había reparado en los posters de artistas como los Beatles, Elvis Prestley, y otros más que no me acuerdo. Incluso había fotografías de actores de cine. Todo esto, mientras al mirar por la ventana de marco de madera veíamos los juegos del Carmen, allá lejanos, como si nos esperaran para poder subirnos a ellos.

Al salir, rodeábamos la calle del hospital, pasamos por los juegos y no pude evitar ir corriendo a subirme a lo que estuviera disponible. Las resbaladillas, los columpios, el pasamanos, el tren gusanito…¡Vaya! ¡Cuánta alegría!
Por fin cerca de 8:30 pm nos dirigíamos a nuestra casa, nuestro hogar, mañana era día de escuela y había que asistir muy temprano. Me despedía de mi parque amado, de aquel en el que quedaron para siempre los recuerdos de mi niñez, de esa niñez simple, lejana, inolvidable.
A veces por las noches sueño, sueño con aquellos días que se fueron. Sueño con la casa en la que me crie que ya no existe, con mi dulce madre que ya no está conmigo. A veces pido que mis sueños me regresen a aquella época y que nunca me saquen de allí.
Fuente: Memoria popular
Fotografías: Colección Privada. | Facebook Teziutlán Antiguo | Google Maps
Muchas Gracias por leer esta Historia que la Niebla se llevó.
Agradecemos el apoyo que le han brindado a este proyecto histórico. Cada día investigamos esos pasajes que la historia nos quiere ocultar y los volvemos a recordar. ¿Cuentas con algún material fotográfico para compartir? Escríbenos a: somosteziutlan@teziutlandesconocido.com Hasta la Próxima.
Nací en San Juan Acateno, y a los pocos meses me llevaron a radicar a la Cd de México, mi madre oriunda creo del mismo lugar me cuenta que quiso atendieran su parto en casa de su madre y abuela, tengo entendido que ellas me recibieron, mi bisabuela corto el cordón umbilical y lo enterró en la casa, mi abuela una mujer delgada de pelo chino con una gran sonrisa siempre que me veía me decía…
Eres de Teziutlan o de México? Y yo orgulloso siempre e dicho soy Teziuteco, m8 niños la pase en casa de mis abuelos, un lugar que tengo entendido cuidaban en «La misma idea» era según mi perspectiva como un pequeño caserón propiedad de un Sr de nombre Samuel Conde, quien por cierto y por cosas de la vida llevamos el mismo apellido sin ser de sangre, ahí cada vez que iba disfrutaba como todo niño imaginando cuanta cosa se me ocurría y recuerdo que con los tíos y tías la pasábamos bien, ir con ellos a donde sembraba o lavaban en el río, las moras en el camino o las manzanas o peras duras que podía uno agarrar de los árboles, las castañas que tapisaban en gran cantidad las bases de los árboles o esos aguacates de piel suave que se comían en una tortilla recién hecha o está con manteca y sal, un café con galletas de animación o si había suerte un pan dulce mi abuela apapachandome siempre y consintiendo cosa contraria a mi abuelo que era un poco más seco, del clima que decir con esas tormentas y esa neblina que el mismo Londres envidiaría, el olor a leña o a hierba húmeda y aveces a la comida calientita como un chilpocito o unos frijolitos, cada vez voy menos pero cada ida es comer esas enchiladas y más recién unos tlayoyos de alberjon, o taquitos árabes o de pastor y como olvidar ese chocomilk en el mercado o esos jamoncillos y ese flan con rompope, llegar en el ADO o en «el Texcoco» o el Teziuteco a la terminal, o la emoción de llegar manejando por primera vez,grandes recuerdos de familia así como de mi tierra, esa tierra que la niebla devora y que es cuna de grandes personajes que a dado al país en muchos ámbitos y que pocos lo saben, una tierra con gran historia y que a mi parecer no le han dado el valor que amerita, saludos y que bueno que cada vez se de a conocer más de Teziutlan .
Muchas gracias por permitirnos conocer parte de su vida. Seguiremos indagando más y revelaremos todo lo que encontremos. Saludos cordiales.