La Santera o la Bruja del Camposanto
Con ambos motes era conocida la anciana que vivía por la subida del Camposanto: »la de los dientes de tuza y pico de cotorra». Aquella que por sus negocios con las Autoridades del Otro Lado era tan buscada como un ponche caliente en uno de esos días en que la niebla no deja ver ni las propias narices. A esas actividades la habían orillado los requerimientos de los demás. Ciertamente le procuraban el sustento y hasta algunos ahorritos; pero vivía siempre temblando de miedo. La tenían »entre ojos» – ¿acaso no lo sabía?- todos aquellos que la necesitaban para sus componendas pero que con amabilidad hipócrita fingían visitarla para escudriñar los rincones. Beneficios y maleficios partían igualmente de sus manos y eran tantos, que hacían horizontes en su gran sabiduría: remendaba santos, hacía »mal de ojo», condimentaba bebedizos y enseñaba a hablar a los jilgueros y a los tzentzontles. En…