Esa mañana nació llena de luz, de una luz que daba a las cosas una claridad de detalle un poco cruda.
Fui bajando por la calle poco a poco. En el umbral de una puerta una mujer tenía entre su regazo a una niña. La criatura estaba hincada y colocaba sus pequeñas manos en las rodillas de la mujerona, mientras esta la despiojaba sosegadamente. Unos perros se acometían gruñendo y de la casa brotaba un aroma a hervor de frijoles.
Adelante, sentado en la puerta de su casa también, un zapatero, un viejo zapatero que sufría de cólicos biliares.
Luego había unas cercas de izotes y geranios prendidos en la ramazón. Pasó una marchantita liada en su chal negro, que llevaba a su espalda una gran canasto de verduras. Unos muchachos entre gritos y carreras, empinaban un papalote. Bajando la calle se llega a una esquina. Por aquí se escurre culebreando el camino hacia Chignaulingo, por donde subía una recua de mulas que balanceaban acompasadamente la cabeza rechinando los petrales. De allí abajo, el camino jineteaba los lomos exhuberantes y húmedos de la Sierra que se desploma hasta el bajío de Tlapacoyan y Martínez, donde la llanura se desliza al mar. Pero yo iba allí cerca, siguiendo de frente, por el camino que lleva al cementerio, y me detendría en el hospital.
El Hospital Morelos, el del Municipio. Sentada en la puerta, una anciana que tenía cataratas y unas enaguas hechas de retazos, vendía copia de dulces, unos bien verdes, o el jamoncillo bicolor; o la gragea multicolor; y en un ademán soñoliento, les iba espantando las moscas y las abejas pasándoles por encima un mosqueador de tiras de papel de china. Es viejo el Hospital Morelos, y triste, con esa tristeza melancólica y polvorienta de lo que ha venido a menos. Se alza un gran pórtico alto, con pretensiones clásicas, todo de esa cantera rosada de la que se hacen las casas de Teziutlán. Tiene sus cuatro columnas del órden dórico, y su frontón, y un ancho vestíbulo algo frío, como si llegara uno al teatro vacío. Pero no contesta el interior con la portada. Atrás desciende una vasta escalinata, que resuelve el desnivel del terreno, y se abren a los lados las enfermerías, largos galerones de altísimo techo, y esos brazos, abriéndose, circundan el patio y la fuente del patio. Atrás, al fondo, se abre una puertecita que da en un campo que debería ser huerta y que ha llegado a degradarse en corral, estercolero invadido por grueso herbazal donde hoza media docena de cerdos y cacarean misérrimas gallinas. Quizá, en tiempos porfirianos, el hospital, bien cuidado y mantenido, se mirara proporcionado a las exigencias que debió llenar. Ahora es una inminente ruina, condenado por la pobreza y por la incuria lamentable del municipio. Los tejados tienen leprosos agujeros por donde gotea la lluvia en las salas desoladas. Los catres de hierro, patituertos, naufragan en aquella agónica grandeza de las salas, con tablas por colchones y jergas, harapos o costales por cobijas.
El agua que escurría por las paredes, filtrada del tejado, despintaba la grosera cal y hacía lamparones. Todo era sórdido y había prolongado silencio de cosa moribunda y olvidada. Las mismas flores del patio eran gachas y como tristes. La fuente estaba seca y terregosa y en unos macetones que había en la gran escalera no medraba sino hierba plebeya y mezquina. Los enfermos estaban quietecitos en sus camas, y los que podía andar preferían sentarse en algún umbral, embozados en un sarape descolorido, mechudos y amarillos, aniquilados por el dolor, por el olvido y por el ayuno municipal. La encargada de esta casa de salud era doña Carolina mujer machucha, velluda y bien entrada en carnes, que hablaba con los brazos cruzados bajo los grandes senos y sobre el vientre, que levantaba la enagua por delante y dejaba ver la punta de sus pies, siempre embutidos en viejísimas babuchas…
Continuará…
Fuente: Ruben Marín, Los otros Días.
Fotos: Colección Privada.
Muchas Gracias por leer esta Historia que la Niebla se llevó.
Muchas gracias a todos por su apoyo en este gran proyecto llamado: Teziutlán Desconocido. Gracias a ustedes seguiremos indagando más de nuestra Historia.