Guadalupe Victoria, El Jobo (Tlapacoyan), y su paso por Teziutlán.
Muchas veces nuestra historia ha sido sepultada por el olvido, o quizás por aquellas mismas personas que de alguna manera no tomaron la crónica como un referente a las nuevas generaciones. Sin embargo, gracias a documentos históricos revelados y un poco de investigación de campo; han surgido nuevas luces que cuentan nueva historia desconocida por nuestros habitantes. Es necesario seguir investigando para desvelar nuevas vertientes históricas y encaminar a las nuevas generaciones al estudio y la crónica de nuestra ciudad.
Advertimos al lector, que la siguiente historia es intrincada, muchas veces hay que hacer una pausa, retomar la lectura con apunte, y continuar con la lectura.
Lo que a continuación relatamos, es un pasaje indiscutible de la Historia de México y de nuestra región, fuertemente enlazada.
Tlapacoyan, una ciudad del estado de Veracruz ubicada entre Teziutllán y Martínez de la Torre; su historia está ligada de manera importante al rechazo de la Segunda Intervención Francesa, en 1865, y al que fue Primer Presidente de México, Guadalupe Victoria.
El general Guadalupe Victoria, primer presidente de México, compró el Jobo el 14 de diciembre de 1825 a doña María Rita García Nieto y a Tomás Cordero, curador en nombre de los hijos Román y Pablo José Llonin de la Torre, quienes la obtuvieron del capitán Juan Bautista de la Torre y de José Lorenzo de la Torre, a su vez sobrinos y herederos universales, el 27 de junio de 1804, de Francisco de la Torre, propietario del Jobo desde años antes, hijo de Sebastián de la Torre y de Damiana de Paral y originario de un lugar de España descrito de la siguiente manera: “…natural de los Reinos de Castilla, Principado de Asturias, Lugar de Llonin (¿Llunin, Lleni?), Concejo de Cangas de Onis, Obispado de Oviedo, Montañas de Santander”.
Éste escogió Tlapacoyan para vivir los últimos días de su existencia, junto a su querida esposa María Antonia Bretón y Velázquez. Para el efecto, Victoria compró la hacienda de El Jobo, perteneciente al municipio de Tlapacoyan y ahí sufrió la enfermedad terminal que lo llevaría a morir a la Fortaleza de San Carlos, en Perote. Pero, ¿Por qué El Jobo, Tlapacoyan y Victoria? Una serie de coincidencias, que se verán a continuación para desvelar la historia:
El Jobo
La hacienda de San Joaquín del Jobo fue fundada a finales del siglo XVI por los frailes filipinos que llegaban a Acapulco en la “Nao de la China” y cruzaban el territorio mexicano del Océano Pacífico al Golfo de México. Su extensión era del orden de cientos de miles de hectáreas; los límites del El Jobo entonces estaban señalados en una franja de diez kilómetros de ancho que corría comenzando al poniente por una mojonera, que a la fecha existe sobre la carretera Tlapacoyan-Martínez de la Torre (a dos ó tres kilómetros de Tlapacoyan), y al oriente llegaba a la costa del Golfo de México e incluía en su interior lo que ahora son las ciudades de Nautla, San Rafael y Martínez de la Torre. Los frailes filipinos sembraban mora (morera) y criaban gusano de seda. Luego de cumplir su mandato, Victoria adquiere la finca El Jobo, de Tlapacoyan, que era propiedad del clero y la ocupaban los misioneros filipinos que habían venido a evangelizar a los pueblos Totonacos. Pocos años después, el ex-presidente se hace de estas tierras en forma provisional. Gestiona ante el gobierno de Veracruz la donación del territorio, y el Congreso del Estado aprueba la solicitud en el año de 1842 al amparo de las Leyes de Colonización.
Sin embargo la hacienda del Jobo quedaría intestada, Don Guadalupe Victoria obtuvo un préstamo por parte de la Iglesia de diez y seis mil setecientos y pico de pesos, además de los réditos, y que debe también ochocientos treinta y seis pesos al Convento de la Encarnación por una fianza que otorgó. Entonces, los antiguos dueños del Jobo reclamaron la propiedad después de la muerte del expresidente o el pago de 8 mil pesos por concepto de réditos. Armando Victoria Santamaría, descendiente de don Guadalupe y autor de “El Águila Negra”, biografía y compendio de documentos del general, sostiene que tiene documentos con los que se comprueba que el general pagó la hipoteca de la hacienda y la liberó.
Lo cierto es que el 28 de diciembre de 1878, Juan Bautista Diez Martínez Gil compró la hacienda “San Joaquín del Jobo” de 2,835 hectáreas, 4,955 metros cuadrados, de extensión, equivalente lo anterior a sesenta y seis caballerías, veintiséis y un octavo centavos cuadrados, según la escritura correspondiente, firmada en la Ciudad de México ante el Notario Público Gil Mariano León. Liquidó todas las deudas.
Pagó $20,000.00 a Rafael Martínez de la Torre y Cuevas, albacea del intestado de su padre, el licenciado Rafael Martínez de la Torre, a quien por cierto podemos recordar como el abogado defensor de Maximiliano durante el juicio que culminó con la ejecución del emperador y de Miramón y Mejía en el Cerro de las Campanas, Querétaro, en 1867.
Martínez de la Torre había comprado El Jobo el 23 de febrero de 1857 a Francisco De Paula López, hijo y albacea de la herencia de Guadalupe Victoria; fue también propietario de unos terrenos en Buenavista, Ciudad de México, que fraccionó para formar la colonia Guerrero.
Otra parte que fue del Jobo incluía Paso de Novillos, hoy Martínez de la Torre y abarcaba hasta lo que hoy es Gutiérrez Zamora. Del nombre de Rafael Martínez de la Torre se derivan, evidentemente, los nombres de las ciudades de San Rafael y Martínez de la Torre.
El licenciado Martínez de la Torre, que nació en Teziutlán en 1828, falleció en 1876, dos años antes de la venta del Jobo a Juan B. Diez, en 1878, en la Ciudad de México. En El Jobo, don Juan Bautista se dedicó al tabaco, del cual tenía sembradas 200 hectáreas de muy buena calidad. La hoja de tabaco de la hacienda era reconocida mundialmente como la “Hoja del Jobo”, misma que era vendida a la tabacalera de “El Buen Tono” fundada por Ernesto Pugibet, y se encontraba en la Ciudad de México, cerca de la estación de radio XEW. La del Jobo se llamaba Fábrica de Puros La Estrella.
Por esta razón, existió en Teziutlán un bar llamado así «El Buen Tono» y una fábrica de Puros también llamada «Puros La Estrella«, pues en su paso por Teziutlán, los familiares y amigos de Juan Bautista inauguraron estos negocios que mucho tiempo prosperaron en la región.
Los límites de la hacienda comenzaban igual que en la época de don Guadalupe, en la mojonera cercana a la ciudad de Tlapacoyan y de la misma formaban parte lugares como Piedra Pinta, La Palmilla, Filipinas (llamado así en alusión a los frailes filipinos) y El Encanto; terminaba, por un lado en Arroyo Agua de Obispo, en el Río Alseseca, que nutre a El Encanto (Vega de Alseseca) y por otro en el Río Sordo.
Adalberto Tejeda Olivares, gobernador de Veracruz (1920-1924), expropió la mayor parte de la hacienda y la dejó en 450 hectáreas y en 1930 ó 31 hizo otra expropiación que la dejó en 150 hectáreas, entonces la familia Diez Cano se vio forzada a venderla y lo hizo a Wenceslao Quintana Aras, quien venía de España, de un lugar de las provincias vascongadas llamado Arcentales (Artzentales), Vizcaya, en 1942; y éste la vendió a la familia Macip, en 1950.
A la fecha, del Jobo solamente queda el casco de la hacienda en poder de la familia Macip. Los Macip son de Zacapoaxtla, Puebla, pero tres de ellos se casaron con tres de las hijas de Matilde Arámburo Diez y de Carlos Lanzagorta: Armando con Carmelita, Carlos con Mapy y el doctor Macip con Mary Lanzagorta Arámburo. El detalle llama la atención porque ellas son tataranietas de Juan B. Diez, a quien perteneció antes El Jobo, y que posteriormente llegaran a vivir a Teziutlán, donde hasta hoy, dichos nombres y apellidos aún resuenan en nuestra ciudad.
Regresando con Don Guadalupe Victoria; nació el 29 de septiembre de 1786 en San Ignacio de Tamazula, Galicia (hoy Durango); su verdadero nombre era José Miguel Ramón Adaucto Fernández Félix y murió el 21 de marzo de 1843 en la Fortaleza de San Carlos, en la ciudad de Perote, Veracruz.
Fue Presidente de México del 10 de octubre de 1824 al 1 de abril de 1829; al terminar su mandato se fue a vivir al Jobo. Estuvo casado con María Antonia Bretón y Velázquez, a quien conoció siendo una niña en Huamantla, Tlaxcala, durante una visita que le hizo a su padre, José María Bretón; se enamoró de ella y le dijo: me voy a casar contigo y se lo cumplió en 1839.
Se fueron a vivir a El Jobo y a finales de 1842 Don Guadalupe se puso muy enfermo: era epiléptico y por lo que reveló la autopsia practicada en la Fortaleza de San Carlos pocos días después de su muerte, tenía el corazón muy dañado. El médico enviado desde la fortaleza para atenderlo, por instrucciones del presidente provisional de México, Santa Anna, lo trasladó a Tlapacoyan, de ahí a Teziutlán. El viaje fue duro y complicado. Al llegar a Teziutlán, el frío de la Sierra hacía más difícil la operación del traslado. Se hospedaron en una hacienda que hoy pertenece a la familia Zorrilla y de ahí atravesaron las cañadas de aquel entonces dirigiéndose a Perote, a la fortaleza, donde como ya se dijo antes falleció en aquel lugar.
Las cartas de Antonia Bretón, descubiertas hace poco tiempo, revelan, contra lo que sostenían algunos biógrafos de don Guadalupe, que ella estuvo a su lado hasta su fallecimiento y recibió sus pertenencias (no su hermana Gertrudis).
Cuatro años después, en 1847, María Antonia se casó con su primo o sobrino, José de la Luz Rosains y Bretón y murió en Huamantla, Tlaxcala, en 1852.
Un dato importante es el hecho de que Victoria, al nombrarla en el testamento que realizó en 1842, se refiere a ella como María Antonia Bretón y Velázquez, por lo que debemos suponer, evidentemente, que el apellido de la madre de Tonchita, como le llamaba el ex presidente, era Velázquez.
Continuará: EL HEREDERO DE GUADALUPE VICTORIA
Créditos: Alfonso Diez García. – Archivo Parroquial Catedral de Teziutlán. – Archivo General de la Nación.
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Gracias por leernos, hasta el siguiente Archivo Histórico.