El 14 de septiembre de 1847 el ejército de Estados Unidos, comandado por el general Winfield Scott, ingresó a la Ciudad de México ante las miradas atónitas, de miedo y enojo de los capitalinos. Dicho suceso, que a la postre marcó el triunfo de los invasores en la guerra contra nuestro país, se produjo un día después de que los estadounidenses vencieran a las fuerzas mexicanas en la #BatalladeChapultepec y conquistaran diversas posiciones sobre las calzadas de San Cosme y Belén.
Lo anterior ocasionó que la Ciudad de México quedara al alcance de la artillería estadounidense, por lo que el general Scott planeó bombardear a sus habitantes para obligar al ejército mexicano a rendirse, como lo había hecho en el puerto de Veracruz. Esto fue comprendido por Antonio López de Santa Anna y sus oficiales quienes, para evitar la muerte de civiles inocentes y al sólo tener municiones para un día más de combate, ordenaron que las tropas nacionales abandonaran la capital junto con el gobierno federal, el cual se trasladó posteriormente a Querétaro.
De este modo, al amanecer del 14 de septiembre los soldados estadounidenses marcharon por las calles de la Ciudad de México hasta tomar Palacio Nacional e izar la bandera de su país. Sin embargo, los habitantes de la capital emprendieron una fuerte resistencia contra los invasores al arrojarles piedras y dispararles desde las azoteas y entradas de sus casas; otros, decidieron interceptarlos con cuchillos y garrotes bajo el grito “¡Mueran los americanos!” Pronto las tropas del general Scott se vieron en medio de un combate urbano que se prolongó hasta el día 15 y que les provocó una importante cantidad de bajas.
En respuesta a la resistencia civil, el general Scott ordenó bombardear aquellas casas desde las que fueran agredidos los estadounidenses; asimismo, los mexicanos que fueron capturados en los combates contra los invasores fueron fusilados de inmediato. Para evitar un mayor derramamiento de sangre, el Ayuntamiento de la Ciudad de México hizo todo lo que estuvo a su alcance para apaciguar a la población. Sin embargo, durante los siguientes meses las tropas de Estados Unidos continuaron siendo atacadas por los capitalinos, aunque de forma clandestina y sobre todo durante la noche.
Ni como olvidar que un día como hoy de 1847 se vio ondear desde el Palacio Nacional la bandera de Estados Unidos dándole la bienvenida la crema y nata social con aplausos desde los balcones y gradas al general del ejército americano Winfield Scott a su llegada al Zócalo, siendo que la linajuda sociedad y no pocos políticos en esos ayeres de invasión, invitaron al general Scott a convertirse en presidente de México, ni la abstinencia de la participación de muchos estados de la federación en el problema bélico en el que se perdió Texas, Nuevo México y California por el tratado de paz con los Estados Unidos que se firmó en la Villa de Guadalupe el 2 de febrero de 1848.
Realmente el presidente Polk no quiso la anexión de todo el país, ya que la idea fue la de asentarse en lugares que no estuviesen ocupados por la raza indígena inferior, sino que quería tierras para su raza superior, los anglosajones de raza blanca de extracción caucásica, quienes jamás aceptaron el mestizaje como lo hicieron los españoles, quienes fueron muy apasionados con las nativas de estas tierras. Cierto es que los caucasoides basaron su invasión en la doctrina del manifiesto, que básicamente dice que es por la autoridad divina de dios, y al igual lo hicieron con la invasión de Puerto Rico en 1898.
Muchos hombres y mujeres de esta región se encaminaron a la Ciudad de México para ayudar a combatir a los norteamericanos en los meses de la invasión. Más tarde, los propios serranos seríamos partícipes de una invasión autriaca a nuestra entidad.
¡¡VIVA LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO!!
Fuente: Guardino, Peter, La marcha fúnebre, México, Grano de Sal/ Universidad Nacional
Autónoma de México, 2018, pp. 321-327.
INEHRM.
Imagen: El general Scott ingresa a la Ciudad de México, Carl Nebel. 1851.
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