Es la historia de Hachiko. Era japonés (1923-1935). Su dueño, Hidesaburo Ueno, era un agrónomo que impartía clases en la Universidad de Tokio. Lo encontró cuando apenas era un cachorro, en 1924. En un principio no quiso quedárselo, pero después se encariñó con él y cambió de opinión. Al notar que el perrito sufría una desviación en las patas delanteras, decidió llamarle Hachi, en referencia al término nipón que designa al ocho.
Ueno y Hachiko se hicieron inseparables. El animal acompañaba al profesor por la mañana a la estación de tren de Shibuya, donde se lo podía ver al final de la jornada mientras esperaba su regreso. Aquellos con los que se encontraban en su trayecto diario, transeúntes o dueños de comercios, observaban con simpatía la devoción del perro por su amo.
Pero desafortunadamente un 21 de mayo de 1925, fallecería el profesor víctima de una hemorragia cerebral. Hachiko, a partir de ese momento, siguió acudiendo invariablemente a la estación, como si Ueno tuviera que llegar en cualquier momento. Iba a vivir allí, en Shibuya, el resto de su existencia. Admirados por su inquebrantable fidelidad, los viajeros que pasaban por allí se encargaron de alimentarlo y cuidarlo. Empezó a ser conocido por todos como «el perro fiel».
En homenaje a su constancia, en abril de 1934 se inauguró una estatua en su honor. El propio Hachiko se hallaba entre los asistentes a la ceremonia. En esos momentos ya lo habían convertido en una estrella. Al acto acudieron altos dignatarios, además de Kishi Kazutoshi, autor de un libro sobre su historia, y Sakano Hisako, sobrina del profesor Ueno.
Desgraciadamente Hachiko murió al año siguiente, el 8 de marzo de 1935. Naturalmente, se hallaba en la estación ferroviaria en aquel momento. Los estudios determinaron que falleció a causa de un cáncer, así como de filariasis, es decir, una infección parasitaria.
Su cuerpo, disecado, acabó en el Museo de Ciencias Naturales de Tokio. Algunos años después, los imperativos de la Segunda Guerra Mundial obligaron a fundir su monumento: el Ejército necesitaba el bronce para fabricar armas. En 1947, una nueva estatua se levantó en Shibuya, la misma que puede contemplarse en la actualidad.